jueves, junio 14

Sortilegio


Apoyado en la muralla y casi perdiéndose en su propia sombra el Viejo se retorció, se irguió y volvió a retorcerse. El Niño sólo podía mirarlo; la luz incandescente no lo dejaba acercarse. Sentía en su cuerpo el dolor, el de su espalda, que lo obligaba a agacharse a ratos, aunque el Anciano no cesaba de repetir que era parte del truco.

-
Acércate…Mírame bien. No temas, no temas pequeño. Todo es parte de la Fuente.

El niño callaba, debajo de la mesa. No podía más que agazaparse y tomar entre sí sus manos cada vez más frías. No había mayor miedo que su propia tentación. Sí, tentación de robarse de una vez por todas esa Luz, que lo afectaba pero atraía en sobremanera, pero que al fin y al cabo era su Luz, la que buscó en cada ciudad, en cada recodo.

-No me acercaré.

-No seas ingenuo, niño. No querrás ver lo que no tienes. La luz es mía, es parte de mi acto. Ve mi sombra, obsérvala, átala a tus sueños, si es que aún quieres sobrevivir.


[Fragmento “Niño del Sortilegio” ]